martes, 14 de septiembre de 2010
Ángeles de a pie
¿Qué son los ángeles? o mejor, ¿quiénes?
Según las grandes obras de literatura fantástica que algunos llamamos "libros de reli", los ángeles son seres celestiales que aparecen representados en varias religiones, en especial las monoteistas judeocristianas, como entes inmateriales creados para estar al servicio del Dios principal.
Los ángeles generalmente actúan como mensajeros, ejecutando los juicios de Dios y sirviendo a los creyentes.
Para otras religiones politeistas la figura de los ángeles se viene a identificar con la de los dioses menores.
De ahí que se represente generalmente como personas aladas, en herencia de su identificación con el dios Eros/Cupido de las mitologías grecoromanas.
Aunque, los ángeles también se suelen representar como halos de luz, o formas etéreas de divinidad, prácticamente invisibles e inmateriales.
A estos seres les suelen atribuir poderes extraordinarios como la inmortalidad, la capacidad de ver el futuro y sobretodo se les considera custodios, cuidan de los fieles creyentes.
Nuestra tradición critiana a favorecido enormemente la cercanía social a estas figuras religiosas, hasta el punto que la mismísima RAE, reconoce que por extensión se puede denominar como "ángel" a una persona normal que nos brinda confianza, alegría y seguridad a nuestras vidas, aquella en quien se suponen las cualidades propias de los espíritus angélicos, es decir, bondad, belleza e inocencia. (Anoto que lo de "belleza" espero se refiera a "de espíritu")
Aunque obviamente no hay pruebas de su existencia, qué pasaría si por una vez nos permitiésemos soñar y pensar que a lo mejor figuras tan mágicas, bondadosas y sensitivas forman parte de la realidad más terrenal de nuestro día a día, y que cuando se cruzan en nuestro camino nos ayudan a ver la vida con otros ojos.
El otro día tuve esta sensación al caminar por la calle y ser espectadora anónima y fugaz de una escena que me pareció el mayor ejemplo de lo que deberíamos ser todos nosotros.
Paseaba por la Gran Vía oteando los escaparates siempre oculta bajo mis gafas de sol negras, cuando ví que otra vez a aquel mendigo que olía muy mal y al que todo el mundo ignoraba siempre.
Estaba apontronado a los pies de la puerta de Blanco con su perro de ojos tristes; sin embargo esta vez había una señora dándole de comer al chucho un sandwich.
La señora era una de estas mujeres ya mayores, y generalmente desaliñadas, que te dá la sensación que viven en una relidad distinta a la tuya, como más infantil.
Eso sí, para mi gusto, ni mejor ni peor sólo distinta, pero que a mií personalmente me despiertan una ternura especial.
Ambos hablaban con cercanía, ella le preguntaba que tal se encontraba hoy, y él le decía que mejor pero que le preocupaba más su perro, lo del oído apenas le dejaba descansar.
Por primera vez leí su cartel, pedía dinero para las medicinas de su perro con otitis.
Me sentí tan mal conmigo misma....a lo mejor era mentira lo del cartel, pero lo cierto es que no supone nada para cada uno de nosotros una pequeña ayuda o atención.
Esa mujer a diferencia de la mayoría no lo dudó, y entre toda la gente que cruza cada día la Gran Vía, se fijó en él y su perro, y tuvo tiempo de dedicarle cinco minutos y prepararle un bocadillo, y lo más importarle de compartir unas pocas palabras con el hombre.
Entonces pensé que hay tantas personas en el mundo tan maravillosas y llenas de bondad sin condiciones. Personas que no se guian por perjuicios sino por el corazón, como aquella señora.
Pero desgraciadamente son invisibles la mayor parte del tiempo, nuestro estilo de vida no comulga con valores como la humildad, generosidad, caridad,... sino que opta por un egoismo insano puramente materialista, donde vale más lo que uno aparenta que lo que es en realidad.
Ante eso estas personas que conservan los valores esenciales son invisibles para el mundo, como los ángeles en la religión, sin embargo su mensaje es tan importante...
Cuando hacemos un alto en el camino y nos paramos a observar a estas personas aparentemente sin importancia, nos enseñan una valiosa lección, pues nos muestran un camino hacia la felicidad diferente y que ya teníamos olvidado.
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